Un Año Memorable

Dos mil once, así como llegó se fue. Un año que pasó rápido, un año que me enseñó muchas cosas sobre mi misma y sobre la gente a mi al rededor. Sin duda alguna fue de uno de esos que se recuerda como parte de los capítulos más importantes de nuestra propia vida en un futuro.
Había comenzado el año con el pie izquierdo, al haberlo recibido el año en el auto después de haber recogido a mi ex de su trabajo, mientras íbamos camino a la casa de sus padres. Luego de una noche medio incómoda llegaron al fin las 12 am; y la noche concluyó en una gran pelea con mi ex. Todas eran señales de que el año que empezaba sólo podía ser una mierda.
Luego comencé mi segundo semestre en la universidad siguiendo la carrera de fotografía, el cual terminaría como uno de mis peores semestres en mi historial académico. Mis problemas de pareja empezaban a afectar cada vez más y más mi día a día, y mis estudios no fueron excepción.
Pero no todo lo que se venia asomando por mi camino era malo, a pesar de estar emocionalmente destruida aun encontré fuerzas para seguir adelante con mi carrera. Me decidí por seguir uno de mis impulsos y empecé la búsqueda de un nuevo trabajo. Luego de dos entrevistas y muchos nervios, me ofrecen una posición como diseñadora gráfica en una compañía. Mi primer trabajo con futuro. Una luz entre tanta mierda.
Mi nuevo trabajo me mantenía ocupada durante el día, pero no era suficiente como para que mi cabeza dejara de pensar lo mal que estaba todo en mi vida personal. Noches enteras sin dormir, peleas tras peleas, argumentos sin sentido, sentimientos que jamás había sentido: inferioridad, rechazo, miedo, angustia, desespero, impotencia... y todo parecía empeorar.
Y si, empeoró. Hasta que un día me crucé con lo que sería la gota que derramaría el vaso: otra vez mi ex mintiéndome...una prueba solida de que era una cornuda. La peor humillación que sentí en mi vida. Esa noche me transformé en alguien que desconocía, expresé un odio que creía inexistente. A la mañana siguiente, llene mi auto de bolsas con ropa y dejé mi apartamento. Dejé al hombre con el que conviví por 3 años, el ingrato por quien yo en su momento hubiese dado mi vida. Como dolió.
Estuve con mi madre por un mes, sintiéndome una completa extraña, una invasora. Nada era mio, no estaba en mi casa. Estaba pasando horrible. Intentaba trabajar horas extras para poder distraerme, porque en el trabajo era en lo único que me podía refugiar. La separación solo parecía ponerse peor y peor, dejando cada vez más secuelas.
Luego para empeorar todo aun más y en otro de mis impulsos decidí correr a mi ex de nuestro apartamento, y volví para quedarme ahí sola. Lo hice con miedo, con bronca y con despecho, sin saber lo que me esperaba. Viví meses de infierno emocional. Mi rutina consistía de ir a trabajar, llegar, llorar unas horas, luego someterme a horas y horas de series las cuales usaba como terapia para distraerme, y luego nuevamente llorar hasta quedarme dormida.
Por suerte mis amigos, y la gente a mi al rededor me sirvió mucho de apoyo, y poco a poco al verme así y no reconocerme, decidí sacar pecho aunque aun las heridas ardieran.
Luego otras de esas señales de motivación: después de años de espera, al fin llegaba en el correo mi residencia Americana. Y así como esta, de a poco fueron llegando cosas buenas a mi vida.
Comencé a visitar cada vez más seguido a una pareja de viejitos Argentinos que vivían en la casa de al lado de mi apartamento. Pocho y Chela, eran lo mas cercano a mis abuelos que podía haber encontrado, su compañía me hacia bien, y a ellos también la mía. Desarrollamos una relación fuerte, y sin esperarlo ellos se volvieron una parte grande de mi día a día.
También decidí continuar con mi carrera como diseñadora gráfica, y empecé en una nueva universidad donde conocí gente increíble. Mis clases, particularmente mi clase de tipografía sin querer queriendo se volvió mi nueva terapia. El trabajo tan intensivo de esa materia me mantenía ocupada, distraída, y enganchada con lo que mas me apasiona: el arte, el diseño y la perfección. Con esa clase sufrí, y di todo de mi, la tome como un reto personal y termino dando sus frutos. Conocí dos personas magnificas, con las cuales compartimos la misma pasión por el arte y sufrimos el mismo dolor de cabeza: tipografía.
Mi vida entonces parecía al fin estar encaminada, estaba totalmente satisfecha con lo que tenía, con lo que hacía, y fue un sentimiento de alivio después de tanto tiempo sintiéndome atrapada. Las cosas solo mejoraron.
Ya transcurrido la mitad del semestre, la profesora me informa que mi trabajo junto al de otros compañeros sería publicado en un libro. Otra de esas señales de que mi sacrificio al fin estaba dando sus frutos.
Todo estaba en su lugar: en mi trabajo me iba muy bien, en los estudios cada día mejor, en lo sentimental cada vez más estable, y en mi memoria cada vez menos recuerdos de mi ex.
Ya llegado finales de año, y llegó mi cumpleaños, y a pesar de haber sido un día largo de trabajo y estudios, fue uno de mis mejores cumpleaños en muchísimo tiempo. En el trabajo todos cocinaron y tuvimos un pequeño almuerzo para celebrar. Luego de clases en la universidad, salí con mis dos amigazos, una comida súper casual y prácticamente cotidiana pero especial a su manera. Luego salí a cenar con mi cubanita, y me sentí feliz. Y para rematar, llego el fin de semana y mi mamá me regaló dos tortas de cumpleaños. Me sentí especial.
Luego llego la hora de empezar a buscar sitio para mudarme... y justo mi madre compra la casa. Opté por mudarme a la casa nueva, y volver a convivir con mi familia después de tanto tiempo. Y hasta ahora sigue siendo una travesía. Nunca en mi vida me había mudado tantas veces como lo hice en el mes de diciembre. Pasé de mi apartamento, al apartamento de mamá por unos días, luego mis cosas se dejaron en otro sitio, luego recibimos las llaves de la casa nueva, y otra vez a mudarme. La mudanza aun sigue en proceso...
Y para terminar el año con broche de oro, me fui a celebrar con la familia y amigos de mi cubanita. Y recibí el año con gente que acababa de conocer, junto a mi amiga y su familia que me recibió como uno más. Tomé hasta hablar disparates, y disfrute como nunca.
Dos mil doce, empezó bien de bien.

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